Autora: Raquel Martín Grau
El pasado 14 de abril celebramos en el International Lab de Madrid un encuentro intergeneracional para analizar y debatir sobre el concepto de creatividad, facilitado por la pedagoga experta en educación artística Elena González. Durante dos horas unas 25 personas, la mayoría de ellas senior, pero también unos cuantos junior, nos juntamos para discutir sobre procesos creativos, en un gran debate que creó y acogió, como si de un árbol milenario con muchas ramas se tratase, una serie de mini debates.
Los perfiles de los asistentes eran variados y muy interesantes: artistas, docentes, publicistas, catedráticos, algún que otro estudiante… personas con intereses comunes pero con formas de vivir y de ver su día a día muy diferentes. Y con ganas de hablar. Todos y cada uno de los asistentes acabamos interviniendo de alguna u otra manera, habiendo paridad de intervenciones (lo que personalmente considero esencial para que un debate sea enriquecedor y eminentemente útil) y escuchando a los que opinaban diferente sin dejar de reflexionar.
Yo estaba encantada, tanto que me vino a la mente una idea, que no compartí en voz alta, primero porque no tenía que ver con la temática, y segundo por timidez. Andaba escuchando y mirando a cada persona que intervenía e imaginando que detrás de cada una de ellas había una historia apasionante con unas opiniones dignas de ser escuchadas y analizadas en un espacio más dilatado de tiempo. “Ojalá nos reuniésemos todos una vez por semana para debatir e intercambiar opiniones”- pensé- “eso nos haría a todos un poquito más sabios, y quizás, un poquito más felices.”
Recuerdo cuando aprendí, siendo una niña grande, (o una adolescente pequeña, qué más dará) el concepto de “ágora” griego. Ese lugar donde se reunían los ciudadanos a debatir y a discutir, a hablar y en definitiva a reflexionar me gustó desde que lo descubrí. Siempre me ha fascinado esa idea, y he fantaseado con poder viajar en el tiempo, como si de un personaje de esa serie de TVE que tanto me gusta se tratase, para pasar unas horas en un ágora griego junto a señores con túnica blanca y pelo y barba cana. “Si nos reuniésemos semanalmente, este espacio sería lo más parecido a un ágora en el que yo podría estar”, pensé, mientras sonreía tímidamente, abstraída por unos instantes de la discusión.
Y es que, como digo, la variedad de temas que se trataron en tan poco tiempo fueron de lo más interesante. Elena, la encargada de coordinar el grupo, nos contó que le surgió la idea a raíz del evento Intergeneracional C+, que celebró también mYmO y en el que ella misma participó. El debate inició cuando Elena lanzó una pregunta al aire:
“¿Qué es la creatividad?”
Segundos de silencio. Miradas cruzadas. Sonrisas tímidas y cordiales.
Y de repente la primera intervención, de un pintor brasileño, que trajo consigo el primer mini debate dentro del gran debate de la creatividad y que giraba en torno a los conceptos de don y de talento. Después los temas fueron fluyendo: se paso a hablar de cómo se trata, a nivel escolar, a los niños con necesidades especiales, sean del tipo que sean, de si los procesos mentales y creativos han cambiado en plena era de recursos digitales accesibles y democráticos o de que si el hecho que una máquina imite una creación artística humana es creatividad o no.
Se dijeron frases dignas de crear otro mini debate solo con ellas, que esta humilde cronista intentó atrapar al vuelo y plasmarlas en el papel: “La sociedad siempre ha rechazado a los diferentes. ¿Por qué? Porque son molestos”, “la mejor herramienta del creativo es el borrador”, “una idea sin conflicto no es poderosa” o “la ciencia y el arte van juntos.”
Personalmente, me quedo con una en especial: “Hablar de creatividad es una cosa muy complicada porque lo gobierna la anarquía.” La creatividad es anárquica, puede manifestarse de cualquier forma, en cualquier ambiente y mediante cualquier tipo de persona. Y creo que es precisamente en su desorden donde radica toda su complejidad y a la vez toda su belleza, lo que le hace tremendamente atractiva. La creatividad es el más bello de los desórdenes. La anarquía más bonita.