Autora: Raquel Alameda
El desayuno de este Viernes Visten Canas da comienzo con una espectacular tela que encandila sobre una silla. Su majestuosa belleza cautiva miradas y aflora admiración en la misma primavera que vive enredada entre sus hilos de seda.
Continúa con el vídeo presentación de los entresijos del taller donde ‘Las Calderonas’ desarrollan su arte para la extensa lista de obras teatrales en las que han dejado huella… Muestra de una dilatada carrera que ha pasado por España, Francia o Alemania entre varios países. Han trabajado para obras de teatro, cine, televisión, cara de prestigiosos modistos, Pasarela Cibeles, Premios Goya, Exposiciones en el Museo Thyssen-Bornemisza, Compañía Nacional de Danza y mano derecha de Nacho Duato, Exposiciones en el Lord Byron de Alemania, o incluso restauraciones para la Real Fábrica de Tapices, lo cual María disfruta en plenitud, reviviendo lanas y sedas del siglo XVII o XVIII.
A María Calderón hoy le acompañan su hija Mónica y su nieta Lucía. María y Mónica se sientan a ambos lados de su creación y sus sonrisas la iluminan. Tras el rostro dulce de María, con su mirada curiosa y sonrisa imborrable, hay una gran mujer que posee 20 años de experiencia en tinte de vestuarios escénicos, con formación en Química. Sus comienzos fueron en un laboratorio textil-tinte, estampación, color. Éste se fue al extranjero y ella vio ‘su momento’ para emprender el vuelo sola. Ahora es pionera en su campo y en su vuelo a las estrellas le acompañan sus dos hijas: Mónica, formada en Bellas Artes, amante y asesora de Historia, virtuosa con los diseños, estampaciones o dibujos de precisión, justo lo contrario de su madre que se decanta por las manchas, degradés o el caos hecho con cordura; Sandra es la encargada de coser, ayuda a María a tintar, ambienta las telas, las dona de volumen, presencia y vida.
Las tres unidas por el amor a todo lo que hacen, humildad para seguir aprendiendo, creciendo, envueltas por el olor a ‘carrier’ y una familia volcada en la misma pasión hasta la tercera generación, hoy presente en Lucía, hija de Sandra.
Lo primero que nos enseña María en su enriquecedora charla es que para tintar una tela primero hay que saber quitar el color en cada materia, conocer todos los tratamientos del antes y después. Lección que plasma la vida de estas mujeres que sin tener en cuenta el éxito del pasado siguen creando telas, vestuarios o escenarios con una pasión tan intacta como el primer día.
Aprendemos que el cine es fugaz, con muchos primeros planos que necesitan de gran exactitud en los acabados; sin embargo, en el teatro lo importante es un acabado que perdure en el tiempo y aguante el sudor de los actores, lavados casi diarios y mucho movimiento.
“El teatro es un mundo efecto, empastado, con unidad en todo, nada debe distorsionar.” El movimiento del escenario va acompañado de una melodía de colores en la que cada uno de ellos debe tener un tono que acompase con el resto, nos explica María entonando con sus manos.
Mónica entró a trabajar en el taller después de acabar Historia del Arte en escultura del S.XVII, justo cuando “su madre se moría del éxito”, la que “siempre olía a carrier”. Para ella imprime carácter que los colores tengan “nombre y apellido porque la realidad se amplía”. También es asesora histórica para series de televisión. Y en cada proyecto pone “toda la carne en el asador”.
Es vital llevar a cabo casi a diario nuevos retos, probar nuevas técnicas constantemente. Así tras 20 años con muchas luces, ya saben lo que va a funcionar en el escenario y lo que no, dando una confianza y seguridad a los figurinistas, directores o actores que tienen la fortuna de trabajar con ellas. Se vuelven adictos a su modo de trabajar, como les ha confesado, entre cientos más, Pedro Moreno, figurinista Premio Nacional de Teatro.
Su parte es ambientación y coraza. “Se aprende haciendo” es su mejor lección, la que comparte con sus alumnos sobre la marcha, recorriendo camino en la Historia que ella estudia, enseña y crea. Con cada obra ellas aprenden y se superan, incluso con materiales imposibles como silicona de baño. Lo importante es “que dure, que no se altere el color y que no sea tóxico”, reglas básicas para nunca dañar al actor.
Su taller es pequeño, lleno de vida, maniquíes, colores, materiales, telas, desorden y sabiduría. Da una “satisfacción tremenda” tintar tu propia ropa y después pintarla, confesión que nos revela María y comparte toda la familia.
Su charla se nos hace breve, aunque es tan concisa y clara que entendemos que su carrera solo se puede entender sobre la marcha, su éxito tras el telón y su pasión entre las paredes del taller.
Comienza la ronda de preguntas con uno de sus admiradores número uno, Chass Lach. Para él “el trabajo es una proyección de nosotros mismos y eso es lo que perdura.” María lo demuestra y agrega que “nunca hay que trabajar para llenar el estómago y sólo evitándolo vivirás haciendo un trabajo que cada día te gusta más.” “Transmito el amor por encima del conocimiento; si no hay cariño, amor, es una vida muy triste.” Mónica prioriza que “su trabajo es muy emocional, nunca se visten actores, se cuentan historias a través de los diseños.”
Chass Lach pregunta “cómo llevan el no disponer casi de horas”. Para ellas “todo tiene que salir bien y siempre a tiempo”, aunque conlleve no poder ir ni a la peluquería en meses. Por supuesto es necesario “a veces quejarse” y contestar a la pregunta de “qué tal mamá” con un “fatal”. Son gajes de un oficio sin competencia elaborado con la máxima exigencia, rigor, presencia.
Les preguntan si encuentran que la gente tenga facilidad para comunicarse o no. María responde que “sí, comunicación total, aunque a veces haya que dedicar mucho tiempo a quien va dirigido, indagar en el contenido de lo que se quiere representar.” Por ejemplo, en la danza el vestuario es escenografía, por lo tanto doble trabajo y una dedicación plena que María lleva a cabo entusiasmada. Nos habla de José Carlos Plaza, director, que se involucra como figurinista; o de figurinistas como iluminadores, un batiburrillo, caos final que es el arte en sí, sobre todo unos tres días antes de cada estreno que conlleva un exhaustivo conocimiento del fin que se persigue a través de la sabia comunicación de ‘las Calderonas’. “Trabajo muy duro”, enfatiza Mónica. Empiezan sobre las siete de la mañana y pueden llegar a acabar incluso a las dos de la madrugada. Que ha pasado incluso por infartos emocionales de Víctor Ullate y María días antes del estreno. Es indudable que María también ejerza de psicóloga para gestionar diarias emociones a flor de piel.
Con otra participante, María nos desvela que “la satisfacción se siente cuando se levanta el telón y se ve todo montado”.
Tras la pregunta qué se hace con el vestuario una vez finalizada la función, ambas nos explican que se recicla. Por ejemplo, en las tres temporadas de la serie televisiva Isabel la Católica el vestuario es siempre el mismo. Se va cambiando el color de las telas, empezando por los colores más claros en la primera temporada para llegar casi a los negros en los últimos capítulos.
Si a María se le pregunta de dónde nace su pasión, ella nos abre su corazón para declarar “que el mundo del color me apasiona desde el principio, su propio origen, como la lana de las ovejas que se tiñe con las flores, esto hizo que llegase a las artes escénicas. El camino es hacer día a día lo que de verdad te gusta, porque hasta de lo menos artístico se hace arte. Se va viviendo, aprendiendo, desde la naturaleza en la que todo combina y el camino en sí te va llevando.” María ha tenido “muy claro siempre lo que sabe hacer, se siente muy segura de sí misma, así sabía que encontraría el camino de vivir una profesión que la colma de plenitud.”
Nos preguntamos de qué manera se transmite este oficio. María responde que el taller se abre de ocho a nueve de la noche, trabajando en tinte, pintura, ambientación, etc. Por lo que es muy difícil encontrar el tiempo de transmitir. Chass Lach afirma que “ningún taller tiene su actitud, ellas salen haciendo lo mejor, su comunicación es viva, con trasmisión mágica a la familia y a todos los que acuden a ellas.”
A la pregunta de cómo gestionan que se “puede morir de éxito” responden que la carga de trabajo se gestiona cogiendo lo que se puede. Para ello se precisa de hacerse amigas de los figurinistas. Su trabajo es sincera amistad. Chass Lach, uno de sus amigos, da fe de sus palabras, pues si ellas se apasionan, el resto se apasiona.
Sus respuestas son tan naturales, sinceras y espontáneas que los participantes no temen ponérselo aún más difícil y preguntar cómo se puede llevar una vida en familia con un trabajo que apenas les permite dormir. Y la repuesta para ellas es tan sencilla como su capacidad de sonreír ante cualquier reto: “uniendo trabajo con familia en vidas paralelas. Todos en el mismo caos.” Los dos nietos de María ya crecen en el taller siempre que pueden porque así lo quieren, contagiados de una pasión envidiable.
Para responder a la pregunta de cuáles son los tejidos que más le gusta trabajar, María empieza por el que menos le gusta: “el poliéster, porque se tiñe a 130° con una presión de 4,5 kg para lo que sus máquinas no están preparadas.” Los que prefiere son la seda porque coge colores maravillosos, y prácticamente todos porque incluso la artillera se impregna de sus manchas y ella es capaz de sacarla brillo, gracias a su “buena formación desde el principio”.
Como consejo María nos dice “que siempre aspiremos a más, lo comercial vendrá después, hay que hacer diseño”.
Lucía, la nieta, pregunta si hay algo que no se pueda teñir. Y aunque la respuesta es que a veces piden imposibles, la experiencia hace que casi todo sea posible.
La charla finaliza pero mis ganas de seguir escuchándolas continúa. En petit comité, María nos comenta su “preocupación ante una sociedad que lo quiere todo rápido, vuelca su pasión en consumir sin límites, siempre quiere algo mejor, más actual, en el instante en que sale.” Sin embargo, “solo poniendo pasión, dedicación y tiempo a cada paso, se logra llegar a la plenitud.”
Lucía, criada en “el taller”, entre figurinistas, directores, actores… “Ya se ve trabajando en ese lugar de sudor, lágrimas, telas y colores.” Hasta entonces ya diseña, tiñe o pinta parte de su ropa, hace todo tipo de deportes, desde gimnasia rítmica hasta escalada. Rezuma sabiduría, su mirada brilla de la satisfacción que regala la experiencia que ha respirado, contagiada de las tres ejemplares “Calderonas” que la crían. Uno de sus hobbies es pintar con los ojos cerrados, o lo que es lo mismo, permitir fluir con los colores a través de las manos sin los límites de los sentidos. Y siempre se enamora del resultado.