Autor: Jorge G. R. Ciruelos Casabayo
Hay infinidad de posturas para hacer lo que propongo en este título. Les contaré una de ellas, que es la propia.
Como ser errante en este desierto viviente, soy afortunado. Aprendí que poseer las necesidades básicas satisfechas, constituye un tesoro que nos brinda grandes bendiciones, que no llegan a conocer jamás más de mil millones de habitantes que penan por estos páramos.
Un día, no les puedo decir la fecha exacta, me desperté más inspirado que lo habitual, y ya que era festivo, me dediqué a mirar por el rectángulo mágico, programas ilustrativos sobre el planeta en el cual estaba sentado. No llegué a mirar el final, era todo tan deprimente que me fui a otra habitación a pensar recostado en un mullido sofá.
Un dato en especial quedó girando en mi magín, las últimas estadísticas de una entidad internacional dedicada a estos menesteres, informaba que teníamos alimentos suficientes para alimentar a diario a todos los habitantes existentes en la tierra. Fui enseguida a corroborar los datos actuales de gente que padece hambre y que mueren diariamente por ella en todo el orbe, que en porcentaje es una cifra que da espanto. Inmediatamente tomé conciencia que esto estaba más allá del bien y el mal, de teorías político-económicas, de religiones, de delincuentes y ciudadanos probos, de ricos y pobres.
Todas estas cuestiones, derivaban de un algo anterior, algo que estaba enquistado en nosotros, que era una esencia primordial nuestra. Era pues necesario encontrar ese núcleo primordial. Al no ser mi formación ni psicológica ni sociológica, enfoqué mi búsqueda en lo pragmático, si encontraba la causa tangible y material, luego podría discutirlo con especialistas de la psiquis y la sociedad.
Para mi desdicha actual, encontré la causa material e ideológica, que más tarde comprobaría que era parte constitutiva de nuestro ser y existir. Se trata del egoísmo y su prima hermana la codicia y su símbolo y abstracción, creados por nosotros en una entidad que es el dinero anónimo. Ello produce paradojas reales como la de un ser que está en el límite de enfermar por hambre, que se niega al intento de pensar una sociedad diferente a la que vive, porque no le permitiría que él gane la lotería, o que la vida le dé la oportunidad de un batacazo y lo transforme en millonario.
La resultante de esto fue que escribiese un ensayo ficción situado en el futuro, que es la “Historia del Dinero Nominal”, que por ahora no consigue adeptos, ni otros pensadores que brinden soluciones alternativas. Buscando en otros rumbos, encontré la ciencia moderna, y establecí pautas para aplicar el cambio que necesitamos, en base a descubrimientos recientes de la epigenética, generando una epigenética social. Todo esto puede sonar complicado árido y difícil, pero no es así.
Se puede comprender sin ingresar en alta ciencia, lo que sí requiere lectura y tiempo. Lo más difícil es estar dispuesto a comenzar por nosotros a ser menos egoístas y más altruistas, lo cual es algo a lo que nos resistimos todos. Pero una vez explicado que aunque nos creamos los más altruistas del mundo, lo que necesitamos es un cambio profundo que nos transforme en una especie diferente a la que estamos habituados, sin temores, con total ansia de que el mundo sea diferente, y sin ningún esfuerzo que no podamos habitualmente realizar.
Debemos ver que un cambio es inexorable para que nuestra especie perdure, de lo contrario algo tan sencillo como el calentamiento global terminará con nosotros. No busco nada material, solamente leo la historia de los que nos precedieron, miro a mis hijos, nietos y los que no conoceré, a quienes podemos encaminar a una verdadera felicidad humana, creando lo que ahora a pesar de llenarnos la boca es simplemente un sueño, el sueño del homo sapiens.
A todos aquellos que estén dispuestos, les ofrezco transmitirles todo lo que me ha ocurrido y las bases para que en conjunto podamos crear una epigenética social. Un gran abrazo a todos.
Jorge G. R. Ciruelos Casabayo