La rejillería López es un taller artesano de cuarta generación situado en la calle Isabel la Católica, muy cerca de la Gran Vía. Está regentada por José Luis, que pertenece a la cuarta generación de rejilleros artesanos.
El negocio se remonta al año 1877, cuando el bisabuelo de José Luis abrió en la Corredera de San Pablo. Posteriormente, en 1910, su abuelo trasladó el negocio a la calle Preciados para finalmente establecer el taller en su localización actual.
Los inicios fueron relativamente sencillos. Cuando José Luis se hizo cargo del taller ya tenía el oficio aprendido y una agenda importante de clientes heredada de su padre, lo que le ayudó a mantener cierta estabilidad. Considera, ya desde que era aprendiz, que no es difícil aprender la labor, sino que lo verdaderamente complicado es hacerlo bien. Porque, según afirma, su trabajo “no es solo hacerlo, sino hacerlo bonito, que quede bien, que a la vista quede bonito y fuerte. Esa parte se aprende con el tiempo.”
Cuatro generaciones de artesanos en un momento de la historia tan cambiante como estos dos últimos siglos dan para mucho: monarquía, república, una guerra, una dictadura, la democracia…
“Todas esas crisis las hemos tenido que pasar. Por suerte seguimos aquí, no ha faltado el trabajo.” afirma José Luis.
Sin embargo, la economía le preocupa: la subida del IVA (que pasó del 12% al 21% en poco más de un año) y la del IBI han supuesto algún que otro dolor de cabeza para el negocio. “Y tienes que acomodarte a ello y vivir con los mismos ingresos pero al final en el bolsillo te queda menos dinero, pues acomodarse a ello y punto, no hay más remedio.”
También le preocupan las leyes que el ayuntamiento pueda emitir sobre la circulación en el centro de la ciudad, que le afectarían directamente. José Luis necesita que sus clientes se acerquen en coche, al llevar cargas muy pesadas, y si cortan el acceso en vehículo privado esto le podría hacer perder clientes. Vive, pues, el cambio de gobierno municipal con cierta inquietud.
A lo largo de sus años como rejillero ha tenido todo tipo de clientela: gente curiosa, gente famosa, personas que se equivocan de pedido, discusiones etc. Por su negocio han pasado infinidad de personas que han confiado en su destreza y en su habilidad artesana forjada a base de práctica y de horas infinitas realizando el negocio.
Ve su futuro de forma incierta. Quiere trabajar hasta que se jubile y, aunque tiene una hija, prefiere que estudie y que se forme a que trabaje con él en el taller. “Mi idea es o encontrar a alguien a quién alquilarle o venderle el negocio. Alguien que se quiera quedar con todo el negocio, no solo con el local. Si no sabe el oficio, pues enseñarle.”, dice, con firme intención de continuar con la actividad artesana.
Aunque en la actualidad es bastante difícil empezar en un negocio como el suyo, al haber cambiado la forma de fabricar el mobiliario, los clientes no abundan, y la situación económica no es la ideal en estos momentos. Lo más realista para la continuidad futura de su negocio sería pasárselo a una persona que además de artesana rejillera fuese restauradora, para que en el caso que no tenga ganancias con la artesanía pudiese vivir de la restauración. “Si por desgracia no encuentro a nadie, nadie está interesado pues habrá que cerrarlo claro, eso es así, no hay más remedio.” añade.
Realización y edición vídeo: Miguel de la Cerda Monge
Apunta también a un fenómeno particular. El éxodo de los negocios artesanos del centro de Madrid a las afueras, donde hay polígonos y es más económico. Esa es la principal razón por la que José Luis no está involucrado en ningún gremio o tejido asociativo: la falta de colegas de profesión cercanos.
José Luis cree que la automatización de los procesos de fabricación y la llegada de las nuevas tecnologías han hecho perder belleza a las creaciones. “Hoy en día todo es a base de ordenador, es más fácil, con menos empleados, menos artesanal, menos bonito”. En un mundo manufacturado y automatizado, su taller centenario se alza como un modesto David entre el Golliat de los grandes conglomerados empresariales.
José Luis es un hombre trabajador. Pasa 11 horas al día en el taller, y gran parte de la entrevista la ha dado mientras tejía, sin parar de trabajar. “Aquí seguimos. Lo que siempre digo, mientras que haya salud y trabajo pues intentaremos aguantar”, comenta mientras mueve las manos con agilidad.
Autora: Raquel Martín
Muchas gracias a José Luis por su tiempo y por acogernos tan bien en su local. Si queréis más información sobre la rejillería, visitad su página web o su local en Calle Isabel La Católica, 7 (Madrid), ¡Vale la pena!
2 comentarios
Es una pena que este oficio y todo lo relacionado con la madera estén desapareciendo. Quien se va a encargar de restaurar todo el patrimonio que hay?
Efectivamente. Es una pena. Totalmente de acuerdo. A ver si conseguimos dar un paso más en esta tarea. Muchas gracias por compartir tus comentarios José Luis. Feliz tarde