Autor: David Frydman
Los mayores de 65, ¿una fuente de gasto o de riqueza?
Esta cuestión está aflorando con insistencia en el debate público, como lo reflejan las publicaciones que recientemente se multiplican en distintos medios. Este artículo reúne, comenta y enlaza con estos contenidos y es una invitación a debatir y añadir enlaces sobre este tema.
Muchas veces en la historia cambia la realidad pero las ideas con las que se gestiona esa realidad perduran demasiado. El resultado suele ser muy disfuncional y provocar desastres no pequeños. Por ejemplo, aplicando la lógica industrial de máxima producción en el menor tiempo, tuvimos dos guerras mundiales muy eficaces para proveer los servicios que ofrece la guerra, básicamente matar gente. Aunque ahora parezca que el mundo es muy violento, nada se acerca a los 50.000 muertos diarios que, durante 5 años, “producía” la II Guerra Mundial. Parece un ejemplo traído de los pelos, pero no lo es tanto, ya que el “exceso de jubilados” actual es resultado directo del baby boom con el que nuestro instinto biológico reaccionó a la gran matanza.
En el trato económico a los jubilados conviven y sobreviven varias ideas antiguas que no funcionan.
Una idea: la jubilación es una dádiva, un gasto para el estado. Quienes tienen a su cargo mantener a salvo la “hucha” deben perseguir a los “listillos”, “la picaresca”, de quienes pretenden cobrar y seguir ganando dinero. De ahí las multas de castigo (mucho más allá de un IRPF progresivo, llegando a duplicar la pensión recibida) que vemos estos días que se aplican a autores y creadores.
Otra idea: los chanchullos están permitidos a los colegiados. Una idea remanente de la época medieval, en que los gremios obtenían privilegios, es decir beneficios especiales, como resultado de sus presiones al poder político. Por ejemplo, los colegios profesionales facturan el trabajo de sus asociados y los añaden a su pensión y nadie puede objetar. Según el gremio hay distintas modalidades de cobrar estando jubilado. También médicos y cirujanos pueden seguir cobrando con un sistema similar. Por no hablar de banqueros que se asignan pensiones de decenas de millones.
Ganar dinero es pecado (pero sólo si eres pobre): una derivada de las dos ideas anteriores es que ganar dinero no está bien y debe ser perseguido. Un jubilado que trabajar pierde la pensión pero a un jubilado con propiedades o inversiones financieras (por ejemplo que cobra alquileres de 10 pisos) no se le quita la pensión.
Ganar dinero y gastarlo hace crecer el PIB, aumenta los ingresos del estado, contribuye a pagar las jubilaciones. Un jubilado que cree una empresa y emplee a 3 personas se “estará pagando” su propia jubilación con las aportaciones de sus empleados. Impedírselo es, directamente, una tontería.
Otra idea disfuncional: los funcionarios se ocupan de lo que les mandan y están incapacitados por ley para entender que la economía es un sistema. Si le ordenaron que impida que salga dinero de las pensiones, no es asunto suyo que entre más dinero, que sería una manera constructiva de mantener el balance.
Los viejos producen gastos y son consumidores de salud y cuidados. Aquí la lucha es entre el Estado que no tiene para gastar y los proveedores de productos y servicios que, lobby y marketing mediante, presionan a la sanidad y a los médicos para que consumamos medicamentos a diario, de por vida. Y promoviendo tratamientos inútiles al final de la vida en una traca terminal de decenas de miles de euros. En esa guerra entre la industria médica y el Estado, los mayores somos el campo de batalla.
Dejamos para otra ocasión el tema de terapias de estilo de vida, que producen resultados superiores y sin efectos secundarios. En Estados Unidos las aseguradoras ya están pagando por estos tratamientos, porque son más baratos y más eficaces. Un ejemplo es Bill Clinton que, con 4 bypass y crisis cardíacas recurrentes, decidió que quería vivir para ver a sus nietos y se puso en manos de la medicina de la salud (y a salvo de la medicina de la enfermedad). Un paso importante para todos debería ser que los mayores defendamos nuestra salud. Y la salud se defiende con actividad: actividad social, mental, física. Creo que esa es la misión de mYmO: ponernos a salvo de un Estado disfuncional que todavía no sabe qué hacer, y de una medicina de la enfermedad.
Aquí una cita del artículo aparecido en “El País” La catástrofe de vivir más: “Haber doblado la esperanza de vida en menos de un siglo no es una catástrofe: es la mayor conquista de la humanidad. Lo que puede ser una catástrofe, si no corregimos el rumbo, es que aceptemos un modelo económico incapaz de producir ingresos con los que sostener el sistema público y aprovechar la productividad que hemos ganado gracias a la prolongación de la vida. En lugar de preguntarnos qué debemos recortar, deberíamos preguntarnos como tenemos que organizar las cosas para que el último tercio de la vida no sea tan improductivo”.
Para producir ¿qué? Aquí un artículo de Muhammad Yunus sobre empresa social por el creador de esta idea. Hay muchas necesidades sociales que se pueden cubrir en condiciones competitivas y que, probablemente aún no se solucionan porque sólo lo puede ofrecer el “tercer sector”, la economía colaborativa que no depende de la subvención, que genera sus ingresos con eficiencia de mercado. Creo que esta podría ser la manera preferente de quienes optamos por un retiro activo.