Autora: Raquel Martín Grau
“No juzgues a un libro por su portada.” Esa es la máxima que se aplica literal y metafóricamente en el programa Human Library (“bibliotecas humanas” en castellano), un proyecto colectivo que busca conseguir un espacio de interacción y diálogo positivo y respetuoso, libre de estereotipos y prejuicios.
Las bibliotecas humanas son bibliotecas especiales. No se prestan ni se hojean libros, sino personas. No se lee, se escucha. No hay silencio, se conversa. No hay susurros, hay preguntas y reflexiones en voz alta. Pero tienen en común algo con las bibliotecas normales: en ambos casos se intercambian historias.
El proyecto de bibliotecas humanas nació en el año 2000 en Copenhaguen, promovida por una entidad sin ánimo de lucro como parte de una iniciativa cultural en el marco de un festival. Consistía en crear, durante unas horas, espacios de diálogo en el que las personas que tienen una historia que contar, algo que compartir, hagan de “libros” y los “lectores” los consulten, tomen prestadas sus historias.
La actividad fue todo un éxito y poco a poco se ha ido expandiendo a varios lugares del mundo, ya sea mediante un centro permanente o en eventos puntuales. Varios de esas bibliotecas humanas puntuales se han celebrado recientemente en una biblioteca del Centro Cultural de Egia, un barrio de Donostia, y piensan celebrar dos más próximamente. Como nos ha gustado mucho la iniciativa y queremos saber más, hemos hablado con Rubén Vidal, el responsable del centro, que nos ha contado más sobre el proyecto.
En el caso de Donostia, las bibliotecas humanas fueron iniciativa de +55, un programa dentro de la sección de Bienestar Social del Ayuntamiento de la ciudad, por el que busca implicar a los mayores de 55 en iniciativas municipales y culturales. Ellos contactaron con las bibliotecas municipales para poder emplazar una biblioteca humana puntual en alguna de sus instalaciones. “Como resultado, llevamos a cabo la primera sesión. La experiencia contó con la participación de un grupo de estudiantes voluntarios de varios países europeos. Y, por supuesto, con un grupo de personas mayores que vinieron a contarnos temas de su elección.” Cuenta Rubén. Así pues, en las bibliotecas humanas que se crearon de Donostia, los “libros” eran o mayores de 55 años o jóvenes estudiantes, dotando al evento de valor intergeneracional.
“La sesión fue realmente muy animada, entretenida e interesante, ya que, por la mecánica que se estipuló, íbamos saltando de “libro” en “libro” como en una biblioteca convencional, tocando una amplia serie de temáticas, desde lo más abstracto hasta lo más mundano, por así decir”, añade el bibliotecario. Para darle al local un toque especial, prepararon un decorado con una serie de libros falsos forrados con un título que correspondía a cada charla que estaba preparada.
Durante toda una mañana, y con los libros forrados como testigos, más de treinta personas se reunieron para hablar y escuchar, para empaparse de historias. Los temas fueron variados, desde vivencias vitales hasta pasiones personales dignas de compartir. Los “libros” tocaron temas como la jubilación y las perspectivas vitales que exige esa nueva etapa de la vida, la pintura o las puertas antiguas. Hubo incluso un testimonio de la guerra civil que contó cómo vivió el conflicto bélico a las siguientes generaciones.
La mecánica era muy sencilla: “cada lector tenía un tiempo determinado para cada libro, con el objeto de que no se eternizara mucho con cada libro. Íbamos saltando”, cuenta Rubén, que en esa mañana pudo consultar tres libros, escuchar tres historias. Hubo anécdotas varias y momentos de conexiones especiales entre “libros” y “lectores”, lo que denota que se cumplió el objetivo, porque de eso tratan las bibliotecas humanas: de provocar la reflexión, de incitar unos pensamientos que en el día a día no suelen aparecer, que necesitan un lugar, un tiempo y un ambiente propicio.
Después del evento, “nos reunimos todos en un círculo y preguntamos a los participantes qué les había parecido.” El responsable del Centro Cultural Egia afirma que la valoración final fue muy positiva. Todos los participantes, tanto “libros” como “lectores” acabaron encantados, disfrutando de un intercambio de experiencias muy enriquecedor. “En definitiva todos nos quedamos con ganas de más”, apostilla.
Y, como se quedaron con ganas de más, hicieron más ediciones. A los pocos meses realizaron una segunda edición de las bibliotecas humanas, y el colectivo +55 está preparando otras dos más. Las siguientes serán el 23 de mayo a las 17h mayo en el Centro de Cultura de intxaurrondo Berri, en otra biblioteca municipal de Donostia, y el próximo 29 de septiembre se repetirá la experiencia en la biblioteca de Egia.
¿Te animas a participar en las bibliotecas humanas? ¿Serás libro o lector?