Autor: Donato Capozzi
Hace 10,000 años, dos o tres mil años antes del comienzo del neolítico, se considera que en todo nuestro planeta no hubiese más de unos cinco millones de personas (más o menos el mismo número de los actuales habitantes de la Comunidad de Madrid).
En el siglo XVI de nuestra era (después de casi 12,000 años) sobre este planeta ya vivían unas 500 millones de personas. Se necesitaron más de 300 años (del siglo XVI hasta la segunda mitad del siglo XIX) para que esta cantidad se redoblara hasta los 1000 millones de habitantes. Y para redoblarse otra vez hasta los 2000 millones, en 1930, solamente necesitó unos 150 años. Para la siguiente duplicación de la población hasta los 4000 millones en 1975 se necesitaron solamente unos 45 años. Actualmente ya hemos superado los 7000 millones.
Este vertiginoso incremento de la población mundial se aprecia de manera más clara gráficamente, como se ve en la imagen aquí abajo cuya fuente es la que encontráis siguiendo este enlace.
Históricamente, esta notable explosión demográfica comenzó en correspondencia de la revolución industrial, al final del siglo XVIII y tuvo lugar gracias a los avances de la medicina y la difusión de técnicas de saneamiento ambiental en las ciudades que, además de los benéficos efectos sobre la población adulta, jugaron un papel fundamental en la drástica disminución de la mortalidad infantil.
Sin embargo desde unos años estamos asistiendo a un cambio de tendencia y si el crecimiento de la población va a seguir disminuyendo al ritmo actual tendríamos que llegar a una situación de estabilidad alrededor del 2100, con una población de unas 10.500 millones de personas. Por otro lado hay diferencias fundamentales entre los países desarrollados y los en vías de desarrollo.
En los primeros nos encontramos ya en una fase de disminución de la población debido a que la mortalidad infantil se ha ido reduciendo paulatinamente a lo largo de un par de siglos y ha habido tiempo para que se consolidaran los cambios culturales que llevan a una reducción importante de la tasa de fertilidad.
En los países menos desarrollados por otro lado la reducción de la mortalidad infantil ha tenido lugar en estas últimas décadas, mientras la tasa de fecundidad sigue siendo elevada, lo que sigue ocasionando un crecimiento bastante sostenido de la población.
Para que la población de un país se mantenga numéricamente estable es necesario que la tasa de fecundidad sea aproximativamente de 2,1 niños por mujer. En muchos países desarrollados sin embargo esta tasa tiene actualmente valores inferiores a 2, lo que implica que la población disminuya y, en el mismo tiempo, vaya envejeciendo.
Este fenómeno resulta evidente si analizamos las pirámides poblacionales de estos países. Estas pirámides nos dicen como se distribuye la población de un país en varias franjas de edad.
El cambio en la forma de la pirámide poblacional española, por ejemplo, entre 1971 y 2015 es muy evidente (fuente de los datos: Instituto Nacional de Estadística; procesamiento propio).
Actualmente hay más personas entre los 30 y los 40 años que entre 0 y 10 años y la pirámide se va asemejando siempre menos a una pirámide. Las proyecciones estadística hasta el 2060 prevén una casi inversión de la pirámide para 2060.
El análisis de la evolución en el tiempo de algunas franjas específicas de edad ilustra el proceso de envejecimiento de manera más evidente (fuente de los datos: Instituto Nacional de Estadística; procesamiento propio).
Las personas con edad comprendida entre los 55 y los 100 años constituyan en 1971 menos del 20% de la población total. Alrededor del 2058 podrían constituir el 50% de la población.
Las personas con más de 65 años constituyan un 10% de la población total en 1971 y representarán un 38% alrededor del 2060.
La evolución de esta franja de población tiene un interés específico bastante elevado, tratándose de la franja de “pensionables” y su crecimiento porcentual respecto a la población total puede poner en crisis el sistema de pensiones, como veremos en un próximo post.