Autora: Eleonora Barone
Hace poco más de un año, cuando mYmO celebraba sus primeros pasos, y durante todo el proceso de incubación y de reflexión sobre lo qué tenía que ser mYmO, me hacía preguntas recurrentes sobre cuáles eran las características de una persona jubilada y feliz.
A mi alrededor un gran número de personas, cumplidos los 65 años, se retiraban del mundo laboral, y aún pasando a una vida con más tiempo y más posibilidades de disfrutarlo libremente, me comentaban que no estaban satisfechas con el escenario que se les presentaba delante. Al mismo tiempo, otras tantas personas estaban siendo despedidas de su lugar de trabajo con 55 años, sin posibilidad de reintegrarse en el mundo laboral y con evidentes consecuencias tanto a nivel emocional como a nivel económico y social.
Es verdad que hay muchas personas que, una vez fuera del mundo del trabajo, están encantadas con su nueva vida. Y es cierto que los adultos mayores no son un colectivo, así que no se puede generalizar. Aún así la pregunta seguía siendo pertinente, y al día de hoy, de manera cíclica, sigue ocupando un lugar privilegiado de mis investigaciones.
En este marco, os comparto unas reflexiones respecto a cuáles son las alternativas para una jubilación feliz y qué relación tienen con la cultura y la sociedad donde vivimos.
Hay muchos factores que confluyen en la vida de una persona a lo largo de todas las etapas, y la de la jubilación es una fase más de un proceso continuo de crecimiento y de desarrollo, tanto a nivel individual así como a nivel grupal, como pertenecientes a una comunidad.
Desde un enfoque de pluralidad de factores y por supuesto sabiendo que cada persona es un mundo, os propongo tres aproximaciones, o grandes ámbitos, que de alguna manera influencian nuestra estancia en la tierra: la cultura, como sedimento de largo plazo y raíces profundas de una sociedad, los agentes que constituyen la comunidad y la persona.
La cultura
En épocas anteriores los viejos, palabra que entonces no tenía una connotación negativa sino que por el contrario era sinónimo de sabiduría, representaban a los jefes de las tribus, la referencia para dirigir los pasos hacia el futuro, el patrimonio en vida de la cultura, de las tradiciones y en definitiva de la esencia de cada comunidad.
Hoy sigue siendo así. Los mayores siguen representando los valores y las tradiciones de nuestra sociedad, pero desde hace un tiempo nos hemos olvidado de ellos o simplemente hemos centrado la atención hacia otros valores.
La rapidez, la inmediatez, el momento presente, el hic et nunc, la innovación en movimiento, nos absorben y nos distraen. En las sociedades liquidas, así como las bautiza Zygmunt Bauman, sociólogo y filosofo polaco, lo presente es ya pasado en el mismo momento en que sucede.
Estamos preocupados por las apariencias, por ser personas de éxito, por parecer más jóvenes de lo que somos, por rodearnos de lo más a la moda y de los más nuevo.
En definitiva por el carpe diem, que según como se le interprete “puede ser una preciosidad de frase o una estupidez” así como comenta Leopoldo Abadia en su último libro.
Los agentes de cambio y la comunidad
Las empresas no apuestan por una gestión de la edad en sus plantillas.
Las instituciones públicas dedican la mayoría del presupuesto a la atención de la dependencia, la tele asistencia, el asistencialismo. En general la ayuda se dirige a las franjas más mayores de la población, y a las personas que han contraído alguna enfermedad o que estén en situación de dependencia. Estas personas por supuesto son las más vulnerables, pero sólo representan un 20% de los ocho millones de personas mayores de 65 años en España.
Las mismas personas mayores a veces se auto arrinconan, y muchas veces son las primeras que no luchan para que se les respete y se les escuche.
Los jóvenes piensan que no llegarán nunca a envejecer, así como los no tan jóvenes.
Los ciudadanos luchamos por el paro, los derechos humanos, la democracia, la economía solidaria, pero todavía no nos hemos dado cuenta que si aislamos a los mayores y a su sabiduría estamos poniendo en riesgo el futuro de todos.
La persona
La responsabilidad social individual es de fundamental importancia para disfrutar del paso de los años.
La curiosidad, el grado de interés y de independencia de las personas, la capacidad de cuestionarse en todo momento sobre quién quiero ser, dónde quiero estar y cómo puedo conseguir hacer lo que me gusta, teniendo un objetivo vital, son aspectos imprescindibles para caminar y sentirse contento y satisfecho en cada etapa de la vida.
Una dirección y un objetivo vital, condimentados con la curiosidad y un espíritu emprendedor colaboran a la receta del júbilo, desde luego personalizada en cada caso y nunca universal.
Así, yendo de arriba abajo, en unas pinceladas que no pretenden ser exhaustivas pero sí representativas, hemos nombrados una serie factores que, en diferente medida, pueden influenciar tanto la jubilación como la manera de percibir esta etapa como una oportunidad vital.
¿Qué ocurre?
Volvamos a analizar los mismos factores pero en un proceso inverso. En lugar que desde arriba hacia abajo, o mejor dicho desde lo cultural hasta lo personal, mirémoslos al revés, desde los más personal hasta lo más general.
Las personas muy independientes, curiosas y activas continuarán buscando oportunidades y la posibilidad de seguir aprendiendo y trabajando, aunque desde diferentes perspectivas. Sin que tenga mucha relevancia lo que se ha estado haciendo en las etapas anteriores, estas personas buscarán la manera de incorporarse como voluntarios en alguna organización, potenciarán su rol de abuelos y abuelas en el caso de que tengan nietos, y los tengas cerca, y se dedicarán a las actividades de ocio que más les han gustado y que por un motivo o por otro no han podido disfrutar o aprender.
Habrá también un alto porcentaje de personas que simplemente aceptarán su etapa de jubilación como otra etapa más y, sin demasiadas expectativas ni demasiada alegría, llevarán la vida como se les presenta intentando sacar provecho de las oportunidades que tienen, de la mejor manera.
Sin embargo habrá también muchas personas por las cuales jubilarse representará un trauma, y no hablemos de pre jubilarse. Un tránsito muy difícil que, en un porcentaje muy alto de los casos, conlleva algún trastorno de la salud, por lo menos temporal. Un puente entre lo cierto y lo incierto. Un trámite que si no se supera favorablemente tiene el riesgo de convertir el resto de la existencia en una rutina sin objetivos y en una supervivencia sin vida.
Alejándonos otra vez de la esfera personal y pasando a los temas más generales, la jubilación no se planifica, no se piensa en ella hasta que el día después nos encontramos en un ambiente que no conocemos y, ¿Qué es eso? ¿Qué nos toca ahora?
Muchas veces la pregunta ni sale, siendo que la percepción de muchas personas es que la vida se acaba, que ya no hay por qué preguntarse nada, porque ya no hay tiempo y no hay derecho de soñar.
La jubilación es forzosa, no progresiva y no voluntaria.
El sistema de pensiones no es nada flexible, y no fomenta la posibilidad de seguir teniendo trabajos remunerados, y combinarlos con la entrada mensual que se ha ido cotizando.
Las prejubilaciones, en edad muy joven en un mercado laboral a su vez nada flexible, no facilitan el encontrar trabajo pasados los 50.
Todos estos aspectos, paralelamente al hecho de que perseguimos la eterna juventud, la belleza sin arrugas y tenemos miedo a la palabra envejecer, desde luego no ayudan a que las personas encuentren su nuevo espacio en la sociedad, una vez acabada la temporada digamos productiva[1].
Y sobre todo, aspecto no menos importante, aunque finalmente cada uno encuentre su propio lugar, el pasaje al mundo de los pensionistas, tal como está estructurada nuestra sociedad, puede ser un evento traumático, brusco, poco agradable.
Finalmente, y volviendo a resumir las reflexiones, me parece que el júbilo, en la etapa de la jubilación, está en gran medida ligado a la personal actitud de cada uno, a sus posibilidades y a su entorno más próximo, pero desde luego el sentido de pertenencia, y el sentirse útiles e importantes para la comunidad juegan un papel importantísimo, que no podemos descuidar.
El poder tener oportunidades para aportar, seguir significando y disponer de espacios para compartir y seguir aprendiendo desde el diálogo, es, en mi opinión, un elemento clave para el desarrollo da cualquier persona, no solamente en la etapa adulta.
Asimismo me parece que en nuestras sociedades occidentales, hoy, éste es el aspecto al cual estamos dando la respuesta menos satisfactoria o más parcial.
Estamos dejando de lado el relevo generacional, el talento senior y el significado mismo de la vida y del vivirla juntos.
Y entonces…. ¿cómo podemos hacer para que la nuestra sea una jubilación jubilosa?
Una de las posibles y múltiples aproximaciones, puede ser que trabajemos todos juntos para que la palabra “viejo”, o para los más sensibles la palabra “mayor”, vuelva a tener el significado de antes. Que suene a experiencia, talento, sabiduría, respeto, etc….
Que los mayores tengan un rol muy claro y fundamental en la sociedad. Que la misma sociedad deje de ser solo y exclusivamente basada en el cálculo de lo productivo, donde los intangibles y los valores no medibles económicamente tengan una reputación de clase B[2].
Y que las personas volvamos a relacionarnos en la comunidad poniendo en valor el talento de cada uno, en cada etapa vital.
Mientras el valor de una persona se pueda medir por su estatus productivo y económico, la jubilación será traumática y provocará depresiones, enfermedades y una enorme pérdida de valor.
El hecho de ser por carácter una persona muy valiente, anticonformista, curiosa, emprendedora y activa, no puede y no debe sustituir la responsabilidad enorme que todos tenemos para que se lleven a cabo las transformaciones necesarias, y para que todos tengamos un rol en la sociedad, en todas las etapas vitales.
En un momento en que están volviendo a fortalecerse las redes del trueque, los mercados solidarios y los bancos del tiempo, éste es un buen momento para volver a plantear un nuevo liderazgo compartido, donde los mayores sigan siendo protagonistas, a la par del resto de la generaciones, de los cambios que se necesitan para construir la sociedad del futuro.
[1] El mismo Ricardo Moragas en su libro “La jubilación, una oportunidad vital”, ponía el acento sobre la importancia de la sociedad, ya que “poco puede hacer el individuo aislado para reformar sus hábitos si no cuenta con el debido apoyo social“. Moragas habla de “sadismo social” y de “falta de sensibilidad colectiva respecto a unos ciudadanos que han dejado de tener poder económico al dejar de producir”, siendo que nuestra escala de valores sólo parece medir los aspectos económicos.
[2] Nos hemos tenido que inventar el SROI – Retorno social de la Inversión, para transformar y representar el valor social, mayoritariamente intangible, en beneficio cuantificable, y para defender proyectos y programas cuyos beneficios e impactos sean sobre todo no económicos.
Para este reto ya tenemos mascota: en el mundo animal la ballena vive 30 años más después de la menopausia “para transmitir la cultura ecológica a los nietos“, de El País 6 de Marzo 2015.
2 comentarios
Es cierto que con el tiempo se va envejeciendo en el aspecto físico, psicológico y social y por tanto es primordial mantener activa de alguna manera a la población adulta
Gracias por comentar;-) Feliz día