Autora: Raquel Martín Grau
Candela tiene 22 años y estudia Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid, aunque es de Zaragoza, por lo que vive independizada del núcleo familiar desde que empezó la carrera. Como tantos otros jóvenes de fuera de la ciudad, ha ido moviéndose de piso y variando conforme pasaban los cursos universitarios. Este año vive en el Distrito de Chamberí con una nueva compañera de piso, un tanto inusual. No es ni una compañera de clase, ni un familiar, ni una chica que casualmente haya dado click al mismo piso que ella en Idealista. La nueva compañera de piso de Candela es una señora de 88 años, con una hija casada que vive con su marido y nietos que vienen a comer a su casa los domingos.
Ambas compañeras no se conocían antes, no tienen ningún vínculo familiar que las haya unido previamente ni ningún conocido en común. ¿Cómo acaba pues una joven universitaria viviendo con una señora jubilada? Gracias al programa Convive de Solidarios por el Desarrollo, un proyecto que, tal y como pone en su web, “apuesta por una respuesta intergeneracional, comunitaria y solidaria” haciendo de intermediario entre personas mayores que vivan solas y jóvenes universitarios que busquen un alojamiento económico (los alquileres y gastos se ven sumamente reducidos) y accesible.
El proyecto busca construir “poco a poco una relación de confianza, de aprendizajes compartidos y apoyo mutuo, en una convivencia que solventa problemas de soledad en los más mayores y de alojamiento en los más jóvenes, al tiempo que se construye una sociedad más pendiente de las necesidades y más integradora.” En mYmO compartimos los valores del programa, así que hemos querido profundizar más en él y ver cómo es la convivencia intergeneracional con nuestros propios ojos.
Vamos a visitar a Candela y a su compañera un lunes por la tarde. El sol cae ya en Madrid, hace mucho frío y viento fuera, así que nos sentimos abrigados al entrar al acogedor hogar, que tiene la calidez propia de los pisos de las personas mayores. Nos sentamos en el luminoso salón, admirando la gran cantidad de luz que entra por los ventanales, y aceptamos el café que nos ofrece Candela.
Su compañera está animada y contenta, dispuesta a explicarnos todo lo que le preguntemos entre sonrisas y bromas. Nos cuenta que se hizo enfermera pero que nunca ejerció, que su hija vive en Madrid y que aunque tiene mucho contacto con ella no se ven cada día, “tengo una vida familiar, tengo a mis tres amigas, nos reunimos los jueves a un café y los viernes mi hija me los dedica,” afirma. Conoció el programa Convive gracias a la Seguridad Social, un día que fue a demandar otro servicio le hablaron del programa, el cual ya conocía de oído y le interesó.
Candela es la tercera chica que convive con ella desde otoño de 2014, cuando se inició como usuaria en el programa. “Eran buenas chicas, buenísimas, buenísimas”, comenta recordando a las inquilinas anteriores. Le gustó tanto la experiencia que ha estado repitiendo. “Nada más irse una llamé al coordinador y me mandó otra chica”. Así es cómo conoció a su compañera de piso junior.
Por su parte, la estudiante universitaria conocía ya el programa porque es voluntaria de Solidarios desde hace dos años, realizando labores de acompañamiento yendo a visitar a su domicilio a otra señora mayor. “Buscando piso y alternativas al alquiler me encontré con el programa Convive, y me interesó porque tenía curiosidad por convivir con una persona mayor y también porque el ahorro económico es una ventaja.”
Los requisitos para realizar el programa son simples. Se necesita un senior que viva solo y un estudiante de las universidades de la Comunidad de Madrid que tengan convenio con el proyecto. Ambos deben pasar un mínimo de dos horas juntos, “o cocinando, o viendo un ratito la tele por la noche, o acompañándole a los sitios”, dice Candela, “luego tienes un fin de semana libre al mes para salir de la ciudad.”
En la convivencia, cada uno se encarga de gestionar su espacio, como cualquier persona que comparta piso. De hecho, comen juntas pero cada una se cocina lo suyo porque cada una sigue una dieta concreta, y después de comer recogen juntas la cocina. Y, como buenas compañeras de piso que se llevan bien, ambas conocen a sus respectivas familias. Hace un par de semanas les acompañó durante la merienda la abuela de Candela.
La preocupación en torno al papel de las personas mayores en la sociedad parece haber sido un pilar para que Candela se animase a realizar el programa. Se muestra crítica y escéptica. “Las personas mayores – dice – no reciben el trato que merecen para nada. Desde mi punto de vista hay como un estigma de parte de todos los grupos de edad hacia ellos, igual por considerarlos quizá un estorbo, que no estoy para nada de acuerdo pero es como lo veo yo.” La señora, por su parte, se muestra más positiva “yo me encuentro muy amparada y muy acompañada, aunque estoy sola, no me encuentro sola.”
Sin embargo, ambas coinciden en alabar la experiencia intergeneracional que supone realizar el programa Convive, “Creo que estos programas son estupendos, porque acerca a los dos tipos de edad, lo naturaliza todo”, dice Candela. “Aprendes a cambiar el ritmo. En Madrid está todo súper acelerado y luego es llegar a casa y todo más paciencia, todo más tranquilo, es como aprender a adaptarme.” Su compañera lo corrobora afirmando que convivir con jóvenes le da “otra visión nueva, vivo como si viviese otra vida. A pesar de mis antigüedades, pero me veo otro ambiente.”
Candela no solo ha traído vitalidad, también ha plantado espinacas en el balcón del piso, lo que le hace mucha gracia a su compañera senior. Juntas forman una extraña pareja que han llamado la atención de varios sectores diferentes. Les hicieron una entrevista para el diario ABC y les visitó al domicilio un grupo de estudiantes de arquitectura japoneses junto a una profesora para entrevistarles y medir las distintas estancias de la casa.
Ambas recomiendan el programa a aquéllos que estén pensando en inscribirse. ”Entre mis amistades y la gente que me reúno les parece muy bien y están todas muy contentas”, cuenta la senior. Participar en la experiencia Convive no solo les ayuda a comprender mejor los vicios y virtudes de otras generaciones, también les ha abierto a nuevas perspectivas en la manera de vivir el día a día. Y no hay nada que enriquezca más que ver (y vivir) experiencias que, de otra manera, te serían ajenas.
Raquel Martín Grau
5 comentarios
Buena y bonita iniciativa, de esas cosas que a uno le gusta leer. Las diferentes generaciones tienen mucho que enseñarse las unas a las otras y la convivencia posibilita ese intercambio de conocimiento, de manera de ver la vida y por supuesto la ayuda mutua en el día a día. Mis felicitaciones a las tres partes implicadas y a Raquel por el reportaje.
Gracias Uri por tu comentario, las personas nos tenemos que ayudar las unas a las otras, nos hace mejores y además está científicamente demostrado que nos hace más felices :)
Un abrazo
Una experiencia muy bonita y sobre todo que soluciona muchos problemas de soledad que tienen los mayores que viven solos. Seguramente este programa está contribuyendo a que estos mayores se enfermen menos y vivan con más calidad y más contentos.En cuanto a los jóvenes es para felicitarles por su espíritu solidario y su generosidad
Gracias María Jesus, la verdad es que la mujer senior estaba contentísima, y por mi experiencia visitándolas creo que ambas aprenden la una de la otra.
Hay muchos jóvenes que tienen espíritu solidario, aunque a veces a nuestra generación se la tache de frívola e individualista. Candela es el mejor ejemplo que esto no es así, y tengo la fortuna de estar rodeada de jóvenes que también podrían plasmar sus experiencias solidarias en blogs como este.