Autor: Alfonso Escriche
Isabel ha sido una mujer independiente toda su vida. Vive sola en Madrid, su familia está lejos y no puede ir a visitarla. Solía pasar las tardes con sus amigas en alguna cafetería de Príncipe de Vergara, hablando sobre mil temas distintos.
Un día se rompió la cadera y tuvo que pasar una larga temporada sin salir de casa. Al recuperarse se ha dado cuenta de que ya no tiene la misma autonomía que antes. Le cuesta salir de casa, tiene miedo de que algo le pase estando sola. Su memoria ya no es lo que era, alguna vez se ha desorientado por la calle y no sabía volver a casa. El tiempo pasa y cada vez es más difícil verse con sus amigas. La soledad es un problema que cada vez sufre más.
Por otro lado, sus familiares también vivimos una situación complicada. Estamos preocupados porque algún día le pase algo yendo sola por la calle y no nos enteremos. Tiene un botón de teleasistencia en su casa que puede pulsar si le pasa algo. Lo guarda en el tercer cajón del escritorio del antiguo despacho, debajo de una pila de papeles y cartas. Ella no quiere saber nada “de esas cosas”. Hemos intentado que use un móvil para poder llamarla y escribirle, pero no consigue aprender a manejarlo.
Necesitábamos encontrar una solución a este problema. Algo que nos permitiese estar comunicados con ella, que nos avisase si le pasaba algo y le diese la seguridad a ella de saber que podía salir sola sin riesgo a perderse. Y además, tenía que ser fácil de usar y no hacerla parecer “diferente”.
Me sorprendió mucho no poder encontrar ninguna solución o herramienta apta para ella. ¿Es la única persona del mundo en esta situación?
Lo cierto es que no. De hecho más de 133.5 millones de personas, tan solo entre Europa y América, viven situaciones similares. Yo (Alfonso Escriche) soy ingeniero, y junto con mi socio Carlos Vicente llevábamos un tiempo trabajando en nuestra propia empresa de desarrollo de software. Y lo curioso es que conocíamos la solución perfecta para ella. Llevábamos meses trabajando con las tecnologías que ella necesitaba. Solo hacía falta que alguien las adaptase y aplicase a su situación. Así que nos pusimos a ello en nuestros ratos libres.
CerQana nació para ayudar a Isabel, pero pronto llamó la atención de algunas fundaciones y asociaciones que nos hicieron ver su potencial. Decidimos dedicarnos al proyecto a tiempo completo y trabajamos codo con codo junto a ellas para definir qué características tenía que tener CerQana para resultar de ayuda real en el día a día de las personas. Dos años después CerQana es una realidad, a la que se han unido Mari Carmen Estevan, Diego Gimenez e Irene Navarro.
CerQana simplifica la interfaz de cualquier dispositivo Android y lo adapta a las capacidades concretas de cada persona, permitiendo que sea capaz de utilizarlo. La nueva interfaz muestra dos grandes botones de marcación rápida y uno de emergencia. Un cuarto botón le guía de vuelta a casa desde donde se encuentre. Dispone de una sencilla agenda personalizada de contactos con fotos, y un calendario y lista de rutinas que actúan como recordatorios.
Todo esto puede personalizarse de forma remota desde la aplicación web http://cerqana.com/, desde donde además podemos elegir qué aplicaciones le aparecen en su móvil y puede utilizar, u ocultarlas todas para eliminar elementos innecesarios y simplificar todavía más el dispositivo.
Desde la web, además, podemos ver en todo momento dónde se encuentra, y podemos definir zonas, lugares seguros u “hogares”, y las rutas que sigue habitualmente. CerQana nos avisa de forma automática, sin que ella tenga que hacer nada, si sucede cualquier cosa: si entra en una zona peligrosa, cuándo sale de casa, si se ha desorientado por la calle o incluso si ha sufrido una caída.
CerQana es nuestro granito de arena para mejorar la calidad de vida de las personas como Isabel, y acercar la tecnología a aquellos que en ocasiones o pueden beneficiarse de ella.