Autora: Laura Rosillo
Desde hace unas semanas no hay día que no aparezca en la prensa un artículo sobre el envejecimiento de la población, las dificultades de las jóvenes generaciones para encontrar un lugar bajo el sol y sobre cómo abordar relevo de los trabajadores senior.
No quiero competir contra generaciones más jóvenes que la mía. No quiero pavonearme y hablar de mi experiencia y conocimientos. No quiero ocupar lugares en la línea de salida, porque estoy en medio de la carrera y no en su inicio. No quiero pasar de nuevo por exámenes, pruebas, entrevistas, cuestionarios, controles… No quiero jubilarme y pasar mis mañanas entre el pilates y las manualidades… ¡non ho l’età!!!
No quiero rejuvenecer. Ya pasé por las alegrías y miserias de la adolescencia y la juventud, probé lo que tenía que probar y… me perdí tantas cosas a cuenta de ganarme la vida y ser independiente…
Mi guerra es otra.
Ahora tengo más prisa que nunca. Me urge probarlo todo, preguntarlo todo, descubrirlo todo, iniciar con más armas que nunca esta nueva etapa de aprendizaje y plenitud.
La cuestión es ahora cómo voy a utilizar mi “saber”, mis valores, habilidades, talentos y recursos para transcurrir feliz por este período de la vida. Ya no estoy en la carrera, ahora se trata mejor de una caminata a buen paso, pero sin competir con nadie. Y eso supone que debo hacer valer lo que me distingue y me diferencia, aquello en lo que me siento segura y fuerte. Muchos coetáneos míos, presos de un grave ataque de gerantofobia en la era del terror a envejecer, se aprestan a competir entre ellos por un trocito de un pastel que, además, está ya en plena descomposición… Dejemos los viejos modelos, las empresas caducas a los jóvenes leones capaces de insuflar nuevos modos y aire fresco a envejecidas estructuras.
Nuestra guerra debe ser otra, que tiene más que ver con colaborar con lo que nace, con lo nuevo y pujante para que pueda tener también al menos un pie en el suelo, para que cada nuevo paso cuente también con la visión del que lleva un trecho recorrido.
Sólo desde lo intergeneracional podremos avanzar.
Desaprender todo aquello que no es útil para seguir en el camino, mantener el espíritu de cuando fuimos por primera vez aprendices, la curiosidad unida a la ilusión de los que comienzan, para poder retomar a paso firme nuestro camino hacia la sabiduría.
Para ello necesitamos de nuevas herramientas que proporcionen nuevos usos a viejos procedimientos, y abrir de nuevo el campo de mira. Volver a viajar y a empaparse de paisajes y gentes nuevas, recorrer rutas ignotas para nosotros y sentir de nuevo el vértigo de entrar en territorios desconocidos, de observar y comprender nuevos hábitos y costumbres, de inventar nuevas maneras de comunicarse y compartir… Desnudarse de corazas, escamas, ropajes que ocultan quiénes somos y quién queremos llegar a ser.
Laura Rosillo lleva más de 25 años trabajando en Recursos Humanos.
Como baby boomer ha sabido poner en valor las oportunidades ofrecidas por su experiencia y talento, ha rediseñado su carrera profesional y ha creado el Observatorio de la Madurescencia.
Investiga sobre el aprendizaje en la madurescencia y desarrolla programas sobre gestión de la edad y reactivación de la carrera profesional de los Golden Workers +45.
Está especializada en el diseño de procesos de digitalización de las organizaciones, elaborando entornos personales de aprendizaje y construyendo redes sociales corporativas, formando gestores y dinamizadores del aprendizaje.
Fuente de la foto: http://www.forumorganizacionsaludable.com/2016/06/22/1426/